miércoles, 13 de junio de 2012

...Aquel momento...

Aquel momento, aquel instante destruyó mi alma, me hizo añicos. Frías lágrimas que rodaron por mi mejilla y mi cuerpo se paralizó, totalmente helado. Aquel instante me golpeó tan fuerte como quiso, me revolcó sin dudar por el suelo, hizo astillas cada sentimiento, cada beso, cada trozo de ese amor que luego pasó al olvido. De repente el vacío, el profundo abismo. Mi alma se hundía, hacia un mar profundo e inmenso; mi corazón latía tan fuerte que parecía huir al galope hacia ninguna parte. La pálida luna detuvo el tiempo de aquella noche que derrumbaste mis sueños. Fue sólo un segundo, donde me perdí en un desierto; pero en ese instante sentí que moría por dentro, y me sentí agobiado por tanto intento. Sentí que todo era falso, que todo era un juego, un momento cruel de aquella madrugada. Cierto que aquel instante para mí fue perverso, porque vi el mundo cayendo sobre mi propio cuerpo, porque sentí que mi alma se cubría de resentimientos, porque sentí odio, venganza, y hasta miedo, sentí desconsuelo, sentí que se abría el suelo debajo mía y que caía, sentí que mi sangre dejaba de bullir para seguir a pasos lentos, sentí que las emociones se deshacían entre mis dedos, y vi que tú ya no eras la misma, eras una extraña dibujando amores en aquel momento. Tus ojos mentían, tu boca embustera rajaba mis entrañas con cada palabra que decías. Las huellas de aquella pasión se amarraron al viento yéndose lejos, se abrieron paso volando junto al cielo y convirtieron en sombras mis sentimientos. En esos minutos supe que no eras para mí, que tú no valías la pena; entendí que lo mejor era perderte, y no tenerte cerca. En ese mismo instante murió el amor que para ti tenía; y en ese mismo instante juré que nunca más una lágrima de mis ojos caerían...

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